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jueves, 3 de octubre de 2013

Seis ejemplos de papas "pecadores" (pero mucho).

El papa Francisco reconoce la existencia de una Iglesia santa y pecadora a la vez; y entre sus “pecadores” no excluye a algunos de sus antecesores.¿A qué “papas pecadores” puede referirse Francisco? Un vistazo a la Enciclopedia Católica arroja trayectorias muy poco edificantes.

Esta publicación es una enciclopedia originalmente escrita en inglés publicada en 1913 por The Encyclopedia Press, diseñada para dar información autorizada sobre los intereses, acciones y doctrina católicos. A partir de 1993 fue colocada en internet.

He aquí seis ejemplos de papas de infausta memoria.


Benedicto IX (904-911)

Era sobrino de los dos papas anteriores, Clemente VI. Se le califica de “desgracia para la Silla de Pedro”. Consiguió ser elegido papa gracias a los sobornos que prodigó en la Curia su padre, el conde Alberico II, un hombre de influyente posición en Roma. Benedicto IX fue coronado papa a edad jovencísima, veinte años, aunque se ha especulado con la posibilidad que fuera a los dieciocho o incluso antes.

De vida licenciosa, terminó siendo expulsado del cargo en 1044 por una de las facciones existentes en Roma, que eligió a otro papa, Silvestre III. Benedicto regresó a Roma y consiguió expulsar a Silvestre, para vender el solio pontificio a Juan de Graciano, que después fue elegido papa con el nombre de Gregorio VI.


Juan XII (955-964)

Al igual que Benedicto IX, fue elegido papa muy joven, con tan solo 18 años, y gracias a intrigas palaciegas. La enciclopedia católica lo describe como “un hombre inmoral, ordinario”. Hasta tal punto que el Palacio Lateranense, entonces residencia de los pontífices, era calificado de “burdel”. Generó tal estado de corrupción moral en Roma que se convirtió en uno de los mandatarios más odiados en la historia de la ciudad Santa. “Guerra y persecución agradaban más a este papa que el gobierno eclesiástico”, afirma la enciclopedia católica.


Esteban VI (896-897)

Este papa pasó a la historia por haber perpetrado una excentricidad sin parangón. A instancias del emperador Lamberto, hizo exhumar el cuerpo de su predecesor, el papa Formoso, para someterlo a un juicio. Sentó al cadáver en el banquillo de los acusados y nombró a un diácono para respondiera por él. El clero romano fue obligado a asistir a aquella farsa. Naturalmente, el veredicto resultó condenatorio, razón por la que se desposeyó al cadáver de las vestiduras sagradas con las que había sido enterrado y se le arrojó al tíber. El final de este Esteban tampoco fue pacífico: murió estrangulado.


Inocencio VIII (1484-1492)

Antes de acceder al Papado ya había tenido dos hijos ilegítimos. Pese a todo, se ordenó y comenzó a trabajar para el cardenal Calandrini. Emitió una bula contra la brujería que originó muchos abusos. Financió las arcas de la santa sede creando nuevos oficios y subastándolos al mejor postor. Y sin embargo, condenó a muerte a dos oficiales cuando descubrió que falsificaban y vendían bulas papales.


Julio II (1503-1513)

Durante largo tiempo maniobró sin éxito para conseguir el solio pontificio. Finalmente, logró su objetivo tras haber sobornado a los cardenales. De hecho, el cónclave en el que resultó elegido fue el más corto de la Historia. Apenas duró unas horas. ¿Entusiasmo colectivo por el nuevo papa? Más bien conveniencia: los cardenales habían firmado un documento en el cual se acordaban ciertos criterios de gobierno para fortalecer el poder de los cardenales. Según la enciclopedia católica, el principal objetivo de Julio II, un hombre “tallado para soldado” consistió en “el firme establecimiento y extensión del poder temporal”.


Se le recuerda especialmente por haber encargado a Miguel Ángel los frescos de la Capilla Sixtina, y por el restablecimiento de los Estados Pontificios.

Julio III (1549-1555)

Pasó a la historia como uno de los más aficionados al nepotismo, esto es, la concesión de cargos y beneficios eclesiásticos a miembros de su familia. Se le recuerda además, por haber nombrado cardenal a un joven de 17 años al que había recogido de las calles de Parma años atrás. Se rumoreó que tenía con él una relación homosexual y que sobre él circuló un poema titulado “De laude sodomiae” (Elogio de la sodomía), escrito probablemente por algún descontento con su gobierno.


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