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jueves, 4 de agosto de 2011

El incendio de Roma

Se conoce como Gran incendio de Roma al incendio que arrasó parte de la ciudad de Roma durante el verano del año 64, reinando Nerón como emperador. Su auténtica significación y alcance son motivo de disputa, ya que las fuentes primarias, principalmente el historiador Tácito, que tratan sobre el incendio son pocas, y se contradicen en ciertos aspectos. No obstante, parece claro que el incendio se inició o la noche del 18 al 19 de julio del año 64, o la noche del 19 de julio, y que la ciudad ardió por espacio de al menos cinco días. La destrucción que causaron las llamas fue importante; según Tácito, cuatro de los catorce distritos de Roma fueron arrasados, y otros siete quedaron dañados. Algunos monumentos de la ciudad, como el templo de Júpiter y el hogar de las vírgenes vestales fueron pasto de las llamas.
Quizá lo más relevante del gran incendio fueran sus consecuencias. Por un lado, la historiografía cristiana señala este hecho como la raíz de la primera persecución a los cristianos, ya que, tras el incendio, Nerón culpó a éstos de haber provocado el fuego, y muchos cristianos fueron ajusticiados por ello. Por otro, en el espacio liberado por las llamas Nerón hizo construir uno de los símbolos de su megalomanía, a saber, la Domus Aurea, la Casa de Oro, un palacio de proporciones desmedidas y de gran lujo que ocupó buena parte del centro de la ciudad.
Según Tácito, al tener noticia del incendio, Nerón regresó rápidamente a Roma y organizó un plan de ayuda y socorro para los afectados, corriendo de su propio bolsillo con todos los gastos que ello supusiera. Tras el incendio, Nerón abrió sus palacios y jardines al pueblo, para poder así proporcionar un refugio a los que se hubieran quedado sin vivienda, al tiempo que dispuso de suministros de alimentos para evitar la hambruna entre los supervivientes. A raíz del incendio, también inició una reforma urbana, en virtud de la cual los edificios a reconstruir deberían guardar unas ciertas distancias de seguridad entre ellos, deberían estar construidos en ladrillo, y con fachadas principales porticadas.
De acuerdo con Tácito, Nerón condenó a los cristianos a ser arrojados a las fieras, los hizo crucificar y los quemó para que sirvieran de antorchas. Tácito describe los hechos como sigue:
En consecuencia, para librarse de la acusación [de haber quemado Roma], Nerón buscó rápidamente un culpable, e infringió las más exquisitas torturas sobre un grupo odiado por sus abominaciones, que el populacho llama cristianos. Cristo, de quien toman el nombre, sufrió la pena capital durante el principado de Tiberio de la mano de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilatos, y esta dañina superstición, de tal modo sofocada por el momento, resurgió no sólo en Judea, fuente primigenia del mal, sino también en Roma, donde todos los vicios y los males del mundo hallan su centro y se hacen populares. Por consiguiente, se arrestaron primeramente a todos aquellos que se declararon culpables; entonces, con la información que dieron, una inmensa multitud fue presa, no tanto por el crimen de haber incendiado la ciudad como por su odio contra la humanidad. Todo tipo de mofas se unieron a sus ejecuciones. Cubiertos con pellejos de bestias, fueron despedazados por perros y perecieron, o fueron crucificados, o condenados a la hoguera y quemados para servir de iluminación nocturna, cuando el día hubiera acabado.
Busto de Nerón 

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