Dishekel cartaginés de plata con la efigie de Amílcar Barca acuñado en Cartagena. |
El jefe ibero Orisson veía que su ejército estaba en clara inferioridad frente a los cartagineses. Y se le ocurrió multiplicar sus fuerzas para hacerle frente colocando bolas de paja en las astas de los novillos que tiraban de sus carros. Prendió fuego a la paja y los animales fueron colocados en primera línea para que avanzaran hacia el enemigo.
«Los animales enfurecidos embistieron contra el ejército cartaginés que, pese a su superioridad numérica, vio cómo las filas iberas salieron airosas de la batalla»
.Su poderoso ejército estaba siendo derrotado por aquellos iberos a los que tanto despreciaba y a los que sólo veía como carne de lanza. Angustiado se lanzó a la batalla tratando de dar ánimos a sus hombres con su presencia, pero en primera línea fue herido por el hierro español y ordenó la retirada.
Al llegar al Júcar se encontraron con que los edetanos, que conocían perfectamente el terreno por el que se movían, estaban esperándoles y el pánico se adueñó de los púnicos, que trataron de escapar de aquella trampa a toda costa mientras por ambos flancos los guerreros iberos les atacaban. Allí murió Amílcar Barca, ahogado en el río Júcar, y allí podría haber muerto el sueño púnico si los edetanos y sus aliados hubieran dispuesto de fuerzas suficientes para rematar al enemigo, derrotado, humillado por un ejército al que consideraban inferior, y en que marchaba en franca huida.
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