Era asiduo a la desaparecida plaza de toros de Goya –en la plaza de Felipe II–. No faltaba a una corrida, y los mejores toreros figuraban entre sus amistades. Dicen que ladraba a los toros y a los toreros cuando lo hacían mal. Precisamente, una tarde de junio de 1882, saltó al coso para «recriminar» a un mal novillero –un tabernero aficionado conocido como «Pepe el de los Galápagos»– que le clavó el estoque porque le estaba incordiando en el albero.
Un gesto que hirió gravemente al perro «Paco» y por el que los aficionados en la plaza se levantaron contra el desafortunado diestro. Tal era la celebridad del can en la capital que la prensa dio cuenta del estado de salud del perro en sus páginas. Entre ellos «El Imparcial» que le dedicó varios artículos, incluido en el su muerte. Pese al esfuerzo de los veterinarios por salvar su vida, no pudo recuperarse de las heridas del estocazo.
En 1889, tras desaparecer el museo en el que estaba disecado, el perro «Paco» recibió sepultura en lugar desconocido de los jardinesdel Buen Retiro. Un hecho que también recoge el Diccionario Breve de Madrid –obra de Isabel Gea– en el que se asegura que el propioAlfonso XIII envió «su sentido pésame» al marqués de Bogaraya que le puso el nombre de «Paco».
Pero su extravagante historia no acaba ahí. «En 1920 alguien propuso levantarle un monumento. A los pocos días, se consiguió recaudar un total de 2.900 pesetas –una cantidad generosa para la época–», explica la citada obra. Sin embargo, tan «pillo» como el propio perro «Paco», el que propuso la idea «desapareció con el dinero y nunca más se supo de él».
Fuente.Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario