El Retiro fue, como lo es hoy para muchos madrileños, el refugio del primer Rey de la dinastía Borbón, Felipe V. A principios del siglo XVIII, este parque madrileño era un jardín privado que pertenecía a la Corona, pero un intruso se coló en el recinto. El bello e inexplicable milagro que propiciaba este ser cada día llegó a intrigar tanto al Monarca como a los jardineros. La historia de sus obras ha llegado hasta nuestros días, incluso una escultura dedicada al protagonista de esta historia ha quedado como recuerdo en la antigua Casa de Fieras.
Según cuenta la leyenda, el Monarca quedaba embelesado con las plantas que parecían crecer de la nada, jornada tras jornada. Incluso los propios empleados del mantenimiento del parque se preguntaban cómo era posible lo que allí sucedia.
Con el tiempo, algunos trabajadores del parque llegaron incluso a afirmar que habían visto al duende perpetrar su obra, pero este peculiar personaje siempre se las apañaba para escapar entre la vegetación y la maleza. Por eso nadie pudo darle captura hasta hoy.
Años más tarde, cuando la Corona cedió el parque para que fuera de uso público, se convirtió en el escondide de muchas parejas. Algunas de ellas también aseguraron que habían sentido su presencia. Y que, además, quien logra verlo implica que serán bendecidos con la suerte de mantener una relación dulce y estable.
Nadie ha podido capturarlo. Solo José Noja, en el año 1985, consiguió congelarlo en el tiempo. Y desde entonces permanece sentado sobre una de las jaulas de la Casa de Fieras que un día ocuparon unos osos pardos. Desde allí observa su obra. Un bonito homenaje para el culpable de que El Retiro, año tras año, se vista de flores en cada primavera.
Fuente. http://www.abc.es/
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