sábado, 29 de junio de 2013

La máquina expendedora más antigua de la historia dispensaba agua bendita

La próxima vez que te saques una lata de Coca-Cola, una chocolatina o un condón de una máquina expendedora, acuérdate de Herón de Alejandría. Este brillante matemático e ingeniero helenístico que vivió durante el primer siglo después de Cristo en la ciudad egipcia de Alejandría -en aquel entonces provincia romana- es el artífice del invento que tantas veces ha satisfecho nuestras necesidades fisiológicas, sacándonos de más de un apuro.

La primera máquina expendedora de la historia se empleaba para dispensar agua bendita en los templos. Se trataba de un mecanismo muy sencillo, pero que hacía perfectamente su labor.

Funcionaba con una moneda de dos dracmas que se introducía en la ranura (A) para luego caer sobre la plataforma (R), que se deslizaba hacia abajo por el peso de la moneda. Así, el cable (P) se elevaba y destapaba un tapón (G), que dejaba caer el agua en el vaso del devoto fiel.

La moneda que había caído sobre la plataforma (R), iba poco a poco resbalando hasta caer en el fondo. En ese instante, se producía el proceso inverso: la plataforma volvía a su sitio y empujaba el cable (P) que volvía a cerrar el tapón. ¡Cuánto deben gigantes como Coca-Cola, Durex o Nestlé a Herón de Alejandría!
Sin embargo, no fue hasta 1883 cuando se volvió a ver una máquina expendedora de fundamento. Fue en Londres y vendía tarjetas postales.

Además de la máquina expendedora, Herón también inventó una rudimentaria máquina de vapor, la eolípila, 17 siglos antes que James Watt, junto a muchos otros inventos mecánicos. También vislumbró la ley de acción y reacción de Newton, aunque de manera arcaica, generalizó el principio de la palanca de Arquímedes, entre otros. En el terreno matemático, hizo grandes aportaciones a la geometría y a la geodesia. Vamos, todo un crac, que se diría hoy.

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