domingo, 9 de agosto de 2015
EL DUENDE IBERICO.
La superstición de los lugares fue difundida por toda la Romanía o Imperio romano, ya que su religión pagana afirmaba que había unos dioses menores, los lares o genius loci, que habitaban una casa a la que estaban ligados con la función de protegerla, a veces asociados a la familia que la construyó o la habitó desde que fue construida; esto explicaría su frecuente relación con los fuegos del altar familiar u hogar, los pucheros o las alacenas. A esto habría que sumar una noción semejante por parte de los druidas quizá todavía presente en la creencia germánica en los Kobold. Pero esta tradición se presenta también en el folklore de todas las naciones eslavas, donde son llamados domovik, e incluso en el japonés, donde unas criaturas en todo semejantes se denominan zashiki-warashi. Por lo demás, los djinn de los pueblos semíticos poseen características muy parecidas. La superstición, por otra parte, podría tener una etiología bastante elemental: una justificación maravillosa o imaginativa de los ruidos desconocidos que se producen en las alacenas, sótanos o cuevas subterráneas cerradas de las casas, casi siempre debidos a la presencia de pequeños roedores o depredadores en busca de alimento.
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