A comienzos de año, la diferencia entre el tiempo real de rotación y el atómico (que se mide de manera independiente a los movimientos de la Tierra), difería en 0.5 segundos. El 1 de junio, la diferencia era ya de 0.65 segundos. Y según está internacionalmente acordado, el Tiempo Universal Coordinado (UTC, por sus siglas en inglés) y el solar (UT1) no debe distanciarse en más de 0.9 segundos.
Desde 1972, los relojes atómicos de más de 70 institutos de todo el mundo se encargan de medir el UTC. Para sincronizarlo con el UT1, es decir, con el ritmo en que la Tierra gira sobre sí misma, hay años en los que se añade un segundo extra al último día de junio o al de diciembre. El segundo intercalar de este verano es el número 26 que se inserta desde entonces.
El Servicio Internacional de Rotación de la Tierra y Sistemas de Referencia (IERS) es el encargado de decidir cuándo se introduce el segundo intercalar.
Si no se corrigiera la diferencia, en algún momento el Sol acabaría poniéndose a mediodía.
Este reloj de péndulo, con aguja y sonajería, está instalado en el frontal de la torre sur. Ignacio Boixo hace referencia a otro del mismo autor que está instalado en la de Oviedo. La esfera original del reloj se conserva en el claustro de la Catedral para su mejor protección. En el exterior luce una copia fidedigna
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