miércoles, 3 de abril de 2013

Los análisis resuelven el enigma de las Tablas de barro de Astorga: son auténticas

Algunos expertos creían falsas estas cuatro extrañas piezas, que contienen itinerarios inéditos romanos.
Son tan extrañas que durante un siglo han mantenido en vilo a los historiadores. Durante décadas los expertos han tratado de dilucidar si las llamadas Tablas de barro de Astorga son auténticas. La ciencia, finalmente, ha dado la razón a autores como Antonio García Bellido, que defendió con vehemencia su origen romano. Los resultados no dejan dudas: son de mediados del siglo III, entre los años 267 y 276. El Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid llevó a cabo análisis de termoluminiscencia (una prueba que se emplea en arqueología para determinar la edad de piezas sometidas a calentamiento) a partir de fragmentos minúsculos de la arcilla con que se hicieron estas piezas enigmáticas, tan extrañas que constituyen ununicum. Las tablas son una suerte de mapas de carreteras de la época, con las mansiones y civitates que hay en cada ruta, así como la distancia entre las mismas.

Es lógico que algunos historiadores las considerasen falsificaciones, no sólo por el formato, prácticamente inédito, sino por el contenido. Las cuatro pequeñas tablas (de 14 por 12 centímetros), conocidas también como el Itinerario de Barro de Astorga, depositadas en el Museo Arqueológico de Asturias (en Oviedo), ofrecen cinco rutas romanas desconocidas, que no aparecen en ningún otro documento. Especialmente extraña es la tabla I, que da cuenta de una vía que enlazaría Legio VII (la ciudad de León) con un lugar denominado Portus Blendium, que podría ser la localidad cántabra de Suances, pasando por la actual Aguilar de Campoo.

Unas piezas asombrosas

La historia de las tablas es fascinante, porque su aparición es igualmente enigmática. La primera noticia que se tiene de ellas es en 1902. En ese momento son propiedad del coleccionista asturiano Soto Cortés, que las tiene en su palacio de Labra, en Cangas de Onís, y las dona al museo de Oviedo. No hay datos de dónde o cómo las consiguió. El investigador Diego Santos, que llegó a consultar el archivo original del coleccionista, apunta que se encontraron «en la región de Astorga».

Las tablas deslumbraron a Ángel Morillo —uno de los mayores especialistas en el León Romano— cuando su profesora de la Universidad Carmen Fernández Ochoa les relató en clase esta historia. Morillo preguntó entonces por qué no se analizaban las tablas para salir de dudas: «Es muy caro y no está a nuestro alcance», fue la respuesta. Fernández Ochoa, que hace dos años reorganizó la colección del Museo Arqueológico de Asturias, llamó a su ex alumno y decidieron que era el momento de determinar si las célebres placas de barro cocido eran un falso histórico o ejemplares auténticos.

Cada tabla contiene una relación de las mansiones que había a lo largo de cinco rutas. La tabla I da cuenta de la vía Legio VII-Portus Blendium, la que más ha enzarzado a los historiadores, por ser una ruta meseteña hasta ahora desconocida; la tabla II versa sobre las rutas Lucus (Lugo) e Iria y Lugo-Dactionum, que tampoco figura en las fuentes itinerarias conservadas hasta la fecha; la tabla III, la ruta Asturica-Emérita; y, finalmente, la tabla IV, el itinerario Asturica-Bracara.

Más incógnitas

Por si la historia de las tablas no fuera suficientemente fascinante, además están firmadas por un cargo municipal, el duunviro Lépido. Algunos historiadores creen que se hicieron para el uso de viajeros y se encontraban en un edificio de postas. Los itinerarios que describen no coinciden con los de otros documentos romanos, tampoco las distancias. Morillo tiene una teoría. Es posible, afirma, que para la secuencia de las mansiones que aparecen en las tablillas el autor utilizara un ‘mapa pintado’ (una tabula picta), de forma que fundiera trayectos principales y secundarios y calculara las distancias «en línea recta».

Los análisis determinan además que las cuatro tablillas son obra de la misma mano. Otra rareza de estas tabletas es su forma, con un asa superior perforada, para sujetarlas, seguramente, a la pared, lo que constituye también un caso excepcional. Asimismo resulta peculiar la paleografía de la letra cursiva empleada.

Morillo reconoce que el misterio se mantiene, aunque los análisis certifican la autenticidad de las tablas de barro de Astorga. La primera cuestión que habrá que resolver es cuál era su finalidad. Y hay que esclarecer la identidad de Lépido, que podría haber ostentado un cargo administrativo en Asturica Augusta, origen de dos de los itinerarios y probable lugar de hallazgo de las piezas.

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