lunes, 1 de octubre de 2012

Los legionarios vivían con sus familias en el campamento.

Apareció en el 2007... y volvió a desaparecer. Porque esta es la primera vez que se publica la imagen del bebé recién nacido que unas catas arqueológicas en la calle Fernando Regueral devolvieron a la luz. Y su importancia no es, ni mucho menos, baladí. Muy al contrario, su aparición suscitó grandes esperanzas acerca de una de las cuestiones que más debates ha generado en los últimos años entre los historiadores y expertos en arqueología romana.

La discusión radica en torno a la posibilidad de que los campamentos de legionarios se hubieran convertido en una auténtica ciudad, albergando en su interior a las familias que los soldados habrían formado durante sus campañas. Nunca hasta ahora se había encontrado prueba alguna que atestiguara la presencia de mujeres y niños intramuros.

El arqueólogo Emilio Campomanes ‘tropezó’ con los restos de un bebé que probarían que sí, que el campamento de la Legio VII no mantenía la vida en el exterior, y que la muralla era permeable a la cannaba.

Cuenta Campomanes que el enterramiento, que apareció bajo un edificio romano, correspondía a un perinatal, es decir, un niño —en este caso niña— muerto en un momento indeterminado previo al parto, durante el parto o bien ligeramente posterior a ese momento. Estos hallazgos existen en muchos lugares, aunque no son precisamente frecuentes. El arqueólogo destaca que existen numerosas teorías sobre los motivos que llevaron a hacer este tipo de enterramiento. Entre ellas destaca prácticas vinculadas a creencias de sociedades prerromanas que pasaron al mundo romano, y teorías que, directamente, hablan de infanticidio. Y es que esta práctica está bien atestiguada en Roma y entre las razones que llevaban al asesinato de niños estaba la enfermaedad, las taras físicas o el hecho de que el nasciturus fuera ilegítimo. El arqueólogo no puede precisar a qué edificio pertenecía el inmueble, dado que el espacio de la excavación era reducido y no permitió obtener una planta más amplia, pero se puede deducir que estaba habitado.

Aún no ha sido analizado

El esqueleto de esta niña, que se encuentra en la osteoteca de la Universidad a la espera de ser analizado por Luis Caro Dobón, podría cambiar la perspectiva sobre la vida de los legionarios romanos en la Legio VII. Hasta ahora, la idea de que intramuros la vida tan sólo se conjugaba con el componente masculino ha prevalecido. Sin embargo, en algunos campamentos europeos se ha descubierto que no, que los soldados habrían desarrollado vida familiar con las indígenas y habrían tenido hijos con éstas.

Otros ejemplos

Ya hay investigaciones que defienden esta tesis. La arqueóloga Penelope Allison, por ejemplo, alertó en León de esta posibilidad hace seis años. Allison ha estudiado los vestigios de los fuertes de Vetera, Rottweil, Oberstimm y Ellingen y ha descubierto en ellos restos que han dado la vuelta a lo que tradicionalmente creía la arqueología sobre la vida privada de los legionarios. Entre los elementos hallados destacan prendedores de pelo, broches y —lo que resulta más importante aún— tumbas de niños enterrados bajo las casas. Todo ello ha llevado a la historiadora a dar por sentado que los campamentos no estaban integrados tan sólo por hombres. Y es que de otra manera resulta complicado pensar que 300 hombres habrían sido capaces de haber aguantado en el campamento durante 25 años. La relación de afecto que los soldados tenían hacia estas mujeres y sus hijos se demuestra además en algunas de las inscripciones de las tumbas. La arqueóloga considera que en muchos casos, debido a las inscripciones encontradas, los soldados se casaban —si bien no legalmente —con indígenas, a las que después llevarían incluso a los destinos que se les encomendaban. Acerca de la posibilidad de que en estos casos ellas durmieran fuera del campamento, en la cannaba, la historiadora se muestra tajante: «¿Cuál sería el objeto de que pasaran todo el día dentro y salieran al anochecer?», dice. Allison considera también que estas mujeres realizaban gran cantidad de tareas dentro de los fuertes —no solamente las propias de las esposas—, como las de artesanas o comerciantes. Otra de las conclusiones a las que Allison llega y que desmonta las creencias tradicionales se refiere al rango que había que tener dentro del ejército para tener esposa. Desde siempre se había creído que a los soldados rasos no les estaba permitido. Sin embargo, el estudio de los objetos claramente femeninos hallados —horquillas, broches, botes de perfumes, etc— y su distribución por doquier, parece demostrar que las mujeres estaban perfectamente integradas en los campamentos.

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